Hoy existen evidencias científicas suficientes para afirmar que la radiación indiscriminada de microondas, que genera la red de telefonía móvil sobre la población, tiene efectos biológicos indeseables e introduce un riesgo inaceptable para la salud pública.
Recordemos que la EPA en un informe de 1990 (nunca publicado), clasificó los campos electromagnéticos como cancerígeno B2, (o sea probable carcinogénico), similar al tetracloruro de carbono, las dioxinas, PCBs o el DDT, hoy día todos ellos prohibidos, y luego ante las presiones del lobby eléctrico, silenció el informe.
Ante esta disparidad de criterios, y con la experiencia de múltiples sustancias o actividades pretendidamente inocuas, que luego se han mostrado malsanas (amianto, numerosos pesticidas inicialmente inofensivos y luego prohibidos, alimentar a las vacas con piensos cárnicos, medicamentos que luego han provocado graves malformaciones, uranio empobrecido...) lo único razonable es un enfoque que prime la salud de los ciudadanos antes que los intereses económicos de un puñado de empresas poderosas.
Así concluían los expertos independientes británicos cuando dieron a conocer su informe para el Ministerio de Sanidad de Reino Unido en mayo de 2000: “recomendamos que se aplique el principio de prevención en el uso de las tecnologías de telefonía móvil hasta que se disponga de mayor y más fundamentada información científica sobre sus efectos sobre la salud".
Consecuentemente, dado el riesgo evidente, debemos usar el móvil lo menos posible, limitando el número de llamadas y su duración. Si no hay más remedio que usar un móvil, los analógicos son más aconsejables que los digitales (GSM). Debemos elegir un modelo de baja radiación –las potencias de emisión suelen oscilar entre 0,6 y 2 W– y considerarlo un teléfono de emergencia. Es aconsejable extender la antena y alejarlo todo lo posible de la cabeza al hablar (accesorio manos libres), así como el uso de mensajes escritos, por su breve emisión radioeléctrica y por la distancia de lectura.
Cuando no se use (stand by), mantener el teléfono alejado del cuerpo, y evitar llevarlo permanentemente cerca de los genitales, riñones, corazón, ojos o cerebro. No usarlo dentro de edificios, pues aumenta la potencia de radiación al tener que atravesar estructuras densas. Debe evitarse su uso en lugares públicos, para evitar la irradiación involuntaria al usuario pasivo. Es importante impedir la venta y promoción del teléfono móvil a los jóvenes, evitando su uso por los niños, por su mayor sensibilidad.
En el mismo sentido, debemos evitar permanecer cerca de las antenas repetidoras, por la gran potencia y la larga duración de la exposición. Si residimos cerca de una antena repetidora, es preciso medir con precisión la radiación efectiva recibida por las personas (densidad de potencia), con aparatos homologados de alta sensibilidad a cargo de un experto, que puede medir in situ la radiación de microondas y sugerir las medidas necesarias. Ante la amenaza omnipresente de las antenas, podemos instalar pantallas de protección para las microondas, dado que la mayor parte de la radiación de la red de telefonía móvil penetra por las ventanas.
Ante la amenaza de la cobertura total, surge la demanda de instalar pantallas de microondas que impidan el uso del móvil. Este blindaje RF puede ser muy adecuado en salas de conciertos o en iglesias, pues nada es más molesto e indiscreto que oír el timbrazo de un móvil en un funeral, o durante un pianísimo. Cada vez más locales públicos, hoteles y restaurantes de calidad, evitan el uso indiscriminado del teléfono móvil y ofrecen a sus clientes un entorno de silencio, relax y confort ambiental. Deben evitarse, sin embargo, los sistemas de interferencia RF activos, pues incrementan la radiación ambiental.
Por el contrario, las pantallas opacas a las microondas –películas transparentes o cortinas opacas que pueden blindar muros y ventanas–, garantizan el silencio-radio y una reducción de la densidad de potencia dentro del local del 90 al 95%. De otro lado es posible obtener cobertura de telefonía, pero sin sufrir la radiación ambiental, colocando una antena exterior al blindaje, similar a la de los celulares de coche, conduciendo la señal por cable a los lugares que lo precisen, de una manera selectiva.
Resulta de vital importancia realizar, a nivel del estado, un Mapa de Radiación, que permita planificar el crecimiento urbanístico en armonía con la red de telefonía, introduciendo criterios sanitarios y, especialmente, evitar las antenas repetidoras cerca de guarderías, escuelas, hospitales y centros similares, donde se encuentra la población más sensible. Es preciso establecer distancias de seguridad siguiendo las más avanzadas normativas internacionales: mientras la UE propone una distancia mínima de seguridad –sin presencia humana– alrededor de las antenas de 58 m, en Toronto (Canadá) son 200 m, 300 m en Namur (Bélgica) y 500 m en Australia. En este momento en España se autorizan las antenas a 5 m de la ventana de una vivienda, y la nueva normativa en estudio, de la Generalitat catalana (Localret), propone aumentarla a 10 m, lo que es claramente insuficiente para garantizar la salud pública.
A partir de estos enlaces se puede conseguir información y más enlaces tanto de las posturas oficiales como de las más críticas. https://www.tassie.net.au/emfacts
Sitio Web en el que se puede encontrar mucha información independiente sobre los efectos sobre la salud de los campos electromagnéticos. https://www.iegmp.org.uk/IEGMPtxt.htm
Informe completo del grupo independiente de expertos británicos. https://www.fcc.gov/oet/rfsafety
Página oficial de la Comisión Federal de Comunicación, el organismo estadounidense que se encarga de regular, entre otros, los asuntos relacionados con la telefonía móvil. https://www.elpais.es/p/d/especial/antenas
Los teléfonos móviles tienen, también, una serie de problemas no directamente relacionados con los posibles daños que causa su radiación en el usuario. Como vemos en el siguiente listado, muchos de ellos no resultan desdeñables:
Gran incremento de la siniestralidad cuando se usan mientras se conduce, del orden de 4 a 5 veces superior a la estadísticamente normal –equivalente a la que se produce con 0,8% de alcohol en sangre–. Por cierto, en contra de lo que se cree, apenas hay diferencia en la probabilidad de sufrir un accidente tanto si se usan accesorios de manos libres como si no.
Las baterías son una fuente potencial de contaminación por metales pesados de primer orden. Dos referencias para entender la magnitud de este dato: ya hay 23 millones de abonados de telefonía móvil en España, y se calcula que puede haber más de 12 millones de aparatos abandonados por el ritmo frenético del avance tecnológico y la presión del consumismo; por otra parte, una minúscula pila botón puede contaminar con metales pesados más de 600.000 litros de agua.
Impacto paisajístico. Además de los daños a la calidad estética de muchos enclaves naturales, cada antena lleva asociados nuevos accesos, instalaciones de suministro de energía eléctrica en alta tensión, torres de apoyo, etc. Es perfectamente factible que las distintas operadoras compartan estas instalaciones, pero hasta la fecha sólo Navarra ha legislado en este sentido (diciembre 2000).
Impacto urbanístico. Un gran porcentaje de las antenas están en situación ilegal o irregular y suponen importantes agresiones estéticas al entorno urbano, situándose en ocasiones sobre edificios o lugares singulares. Por otro lado, el interés que muestran las compañías de telefonía en instalar sus antenas en zonas habitadas es económico en mucha mayor medida que técnico: resulta más barato el tendido eléctrico al tener la conexión más próxima, y es más fácil el acceso del personal de servicio.
Aumento del estrés. El uso creciente de los móviles está creando cambios significativos en el lugar de trabajo y en los patrones de comportamiento, muchos de los cuales ocasionan estrés, tanto a los usuarios –comprobación constante de mensajes, conducir usando el móvil– como a sus vecinos –invasión de privacidad, molestias en reuniones...–.
Usuario pasivo. De manera similar al tabaco, el usuario del móvil se está convirtiendo en un apestado social, pues además de la invasión de nuestro silencio e intimidad, el uso de un móvil genera una irradiación indiscriminada y peligrosa para las personas de nuestro entorno, especialmente embarazadas y niños. Esta radiación electromagnética se manifiesta con alteraciones del Electroencefalograma (efecto EEG) hasta más de 100 m de distancia del teléfono emisor.
Otros de los efectos del uso creciente de los teléfonos móviles son el incremento del consumo de recursos, los peligros derivados de las posibles interferencias con numerosos aparatos electrónicos usados en medicina, informática, aeronaves, etc.
© C. M. Requejo. Enero 2001. Bibliografía - Electromagnetismo. Pedro Costa Morata. Ed. Troya. 1996.